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Hacía una noche perfecta.
Quizás tanto como todas las otras noches de ese año, corría el año de 1850, año de cambios, para estas fechas ya se había instalado el primer ferrocarril en el joven México, pero no estamos ahí, no, la historia transcurre un poco más para las tierras Europeas, más específicamente en Westminster, Londres. Ahí estaba a punto de concretarse una cita atrasada, por poco más de 2 horas, en un pequeño terreno baldío nada especial.
A lo lejos siendo bañada por la torrencial lluvia, se encontraba una majestuosa montaña gris que llevaba en si una peligrosa caída al abismo y trabajado por el hombre en esta se encontraba un camino empedrado que ahora mismo era la pista infernal por la que una y otra vez resonaban los cascos de un imponente equino tan negro como la noche, medía aproximadamente 1,85mts, recio, con semblante hosco; mientras galopaba velozmente cuesta abajo su gran melena larga y negra ondeaba rápidamente en el viento. De sus fosas nasales expiraba un denso vapor, denotando lo fría que estaba esa noche. Dirigiendo las riendas de la gran bestia se encontraba un distinguido hombre que daba la impresión de venir del más trágico funeral; con una melena larga controlada por un peculiar sombrero de copa, se encontraba este delgado hombre; quien lo viera a lo lejos, sin dudarlo diría que sin duda es la mismísima Parca. Lo único que se alcanzaba a apreciaba de este en la oscuridad de la noche era una amplia sonrisa blanca que reflejaba una gran excitación, esta hacía juego con los bellísimos ojos azules paranormales del mefistofélico percherón.

── ¡Vamos criatura!, más rápido, se nos hace tarde, y lo conoces… quién sabe qué estupideces haga esa palomita.

Por otro lado, esperando en un callejón sin salida, tan oscuro que solamente se alcanzaba a denotar una pequeña luz proveniente de un encendido cigarro, el cual estaba entre manos de un joven encapuchado que yacía sentado al final del callejón sobre un maltrecho barril. 3 cigarrillos han pasado y la paciencia del muchacho se agota, aflora el nerviosismo y un poco de molestia. En él estaba la creciente duda del por qué estaba su colega haciéndolo esperar tanto, el tiempo para este joven era tan precioso, tanto como lo sería para un amante que estuviese por reunirse con su pareja después de mucha espera; tanto así o más era cuanto este chico apreciaba cada hora y quería hacerla contar, pues muy en sus adentros, él sabía que lo tenía bien contado. Sin la más mínima misericordia las horas siguen pasando y pronto el gran reloj del palacio que se encontraba a varios kilómetros de distancia comenzó a anunciar que ya era media noche.

Luego de tantas horas de estresante espera en penumbras, por fin se le hacía escuchar los cascos de un corcel resonando en la calle de junto, hasta que por fin vio aparecer en la entrada al callejón al elegante jinete demoníaco, con su sonrisa bien dibujada como siempre.

──Te tardaste demasiado Tom.── Así conocía era como el demonio se le había presentado al muchacho. Ni hablar que le comentaría el nombre con el que lo rebautizaron en la gran fosa, no. Además, era difícil de pronunciar.

── ¿En qué aprietos te has metido ahora Alex? ── Le dice al chico mientras se dispone a bajar cuidadosamente de su corcel, sin modificar la expresión burlonamente alegre de su rostro──.

── No sé para qué preguntas ── Le contesta mientras le da una última probada a su cigarrillo y se incorpora para salir a la tenue luz dejando ver aquel brillo sobrenatural en sus ojos bicolor, mientras uno era tan azul como el mar, el otro era negro como el petróleo. Al estar completamente bajo la luz, se saca la capucha que cubría la mitad de su afilado rostro y deja ver la caída de algunos mechones de cabello dorados cual rayo de sol.

──Estoy casi un 100% seguro de que tú ya estás al tanto de lo que pasó allá en el castillo──.

── Ah… si, la verdad es que si me entere de la pequeña reunión que ahí se concretó. Me imagino que tú te viste envuelto en el cierre de actividades, ¿verdad?

── Me conoces bien, no me llevo muy bien con tus colegas de trabajo. Pero en fin, ¿hiciste lo que te pedí? En medio de la confusión un sujeto logró ver todo. ──Le planteó Alex a su colega de trabajo, con un cierto grado de preocupación en su rostro──.

── ¡Me ofendes!, ¿crees que no sé cómo hacer mi trabajo muchacho? ── Le replica Anazareth frunciendo el ceño──. Ten, aquí tengo los periódicos que se publicarán mañana por la mañana, nadie sospechará absolutamente nada, y ese pobre diablo que te vio, ya está en un mejor lugar. ── Anazareth le pasa 3 primeras páginas de los 3 mejores y más confiables diarios de Westminster, los cuales redactaban que la escena sangrienta que se vivió el día de ayer por la tarde/noche en el Palacio principal de Westminster, no fue más que un trágico acto de guerra propinado por un moderado grupo de anarquistas de los cuales aún se desconocían nombres o cualquier información para dar con ellos. Pero la realidad era otra, aquel día solamente actuó una persona, y esa era Alex, no necesitaba más para acabar con un grupo de 6 demonios hambrientos de poder que habían tomado posesión de los cuerpos de los políticos que dirigían el municipio.

Estos dos llevan ya aproximadamente 10 años de conocerse y otros 10 de estar trabajando hombro con hombro en su pequeño y secreto negocio de muy baja remuneración, el cual consistía en buscar y desterrar: espíritus, vampiros, hombres lobo, y cualquier cosa que se les atravesara incluyendo en aisladas ocasiones a ángeles, si a esos seres de luz, benditamente molestos.

Ahora, el cómo dio un hombre mitad ángel con un príncipe infernal, fue tan casual como inusual, todo se desarrolló uno de esos días en que no hay nada que hacer, un día lluvioso y tormentoso en el cual un poderoso ser demoniaco logró volver a pisar el campo de juegos de los mortales, con algo de ayuda de un contacto externo; ese día fue un domingo del mes noviembre, se concretaría una cita predestinada hace muchos siglos atrás. La sombra del diablo se elevó sobre la tierra nuevamente luego de un muy largo y violento camino de tratos y traiciones en la gran y helada fosa, Anazareth se ganó un nombre y puesto especiales que lo hicieron resaltar a los ojos de los altos mandos del lugar; lo suficiente como para recibir un encargo especial y por lo mismo, un pase VIP para la tierra.

El larguirucho ser ajeno caminaba lentamente, disfrutando de los pequeños pero grandes alivios del mundo terrenal, el viento golpeando su rostro, el agua helada cayendo a morir sobre todo su cuerpo; Anazareth se dirigía sin rumbo por las poco transitadas calles del municipio londinense, hasta que llegó a Abbey Road, donde en la calle del frente estaba ya alguien esperándole en un café que estaba a poco de cerrar. Sin dudas este era el contacto que le informaría sobre el encargo que Lilith depositó sobre sus hombros. Llega y toma asiento enfrente del sujeto en cuestión.

── Hola, hola camarada ──. Le saluda Anazareth mientras le brinda una cordial y amplia sonrisa, típica de él, mostrando sus blancas perlas.

── Saludos, ya sabes a qué vine ──. Contesta el otro sujeto, con un tono serio y tajante.

── ¡Ay! Pero que modales. Pero bien, será sin cortesías, así como lo deseas. Dime, dónde, cuándo y más importante… quién. ──. El demonio amable cuestiona en tanto le habla al camarero para ordenar un latte con 4 de azúcar.

── Dónde, en el castillo Keegan, que se encuentra en el norte por Whitehall; no tendrás problemas para encontrarlo, es el que está casi al centro…

Y antes de que el informante prosiguiera, Anazareth interrumpe para acentuar. ── Si, ya sé en dónde está ese castillo, no te preocupes.

── Bien, cuándo, pues eso varía. Depende de cuánto te tome hacer el encargo, pero yo me permito recalcarte que la gran señora no es famosa por su paciencia…

── Dime algo que no sepa. Perdonándome la blasfemia Dios sabe que esta mujer es una víbora ansiosa cuando de ángeles se trata ──. Replicó Anazareth entre carcajadas.

── Un día esa bocaza tuya va a hacerte perder la cabeza, una y otra y otra vez.
── Eso mi querido amigo, es algo que dejó de preocuparme hace un muy largo tiempo atrás──. Contestó con un tono más serio.

Cuándo el silencio se hizo presente, el camarero por fin llega con la bebida que le había ordenado el agente de Satanás.

── Por fin, gracias joven──. Voltea desde su asiento y le dice con un tono amable y acompañado de una sonrisa.

Ya que el camarero pasa a retirarse, el silencio y la privacidad vuelven a los caballeros y la charla la retoma el alegre demonio que bebía periódicamente de su azucarada bebida. ── En fin muchacho, creo yo que ya nos demoramos demasiado, dime, ¿quién es el objetivo? ──. Después de implantar la cuestión, sorbe un poco de su latte.

── Bueno, se trata del último descendiente de esa familia hasta donde tenemos conocimiento, es ahora mismo un Duque, Conde, o algún título de esos, estoy seguro ──. Dice el informante serio mientras encendía un habano.

── El último Keegan, ¿no?, ¿vive solo? ──. Anazareth pregunta al informante, para de nueva cuenta al acabar tomar un sorbo de su bebida.

── Tengo entendido que sí, desde que sus padres murieron──. Le responde el demonio con el habano encendido en su boca.

── Bien, será cosa fácil, solo hay que saber cuándo atacar ──. Dice mientras baja la taza y descubre su boca la cual era adornada por un bigote de espuma dulce y una sonrisa pícara.
── Su… Cara… ──. Le señala el otro demonio mientras expira un humo denso con olor muy fuerte a nicotina.

── Jm?, Ah, ya ──. Anazareth toma una servilleta de seda que estaba en la mesa y se limpia el rostro. ── Disculpa, suele pasar. Pero bueno colega, me retiro, tengo trabajo que hacer ──. Se despide mientras se termina su bebida y se levanta de su asiento. ── Te encargo la cuenta, ¿sí?

── Bueno, feliz cacería ──. El informante solamente se limita a verlo desde su asiento mientras fuma.

Al momento que Anazareth se levanta y se retira, el camarero que lo había atendido va a la mesa, la única ocupada en el local de café a esa hora, para informarle al hombre que se quedó que estaban por cerrar y necesitaba que se le liquidara el pago de la bebida que su amigo había consumido.

── Ah, claro──. Cuando el camarero se agacha para recibir el pago y por qué no, una modesta propina; el demonio que estaba perfumado en nicotina sin la menor duda sobre sí extiende su mano y le arranca la tráquea de un solo tajo. Al caer muerto, el demonio toma por los cabellos al cadáver y vierte la sangre sobre una pequeña copa de plata que cargaba en su saco, al estar llena ve su pequeño reflejo en esta y recita un verso en latín:


“Venite ad me.
Et respondendum est, vocem meam, et tenebræ Domino magnum.
In hac sacrificium est sanguis.”


Una vez terminado el verso, de la sangre ya no se reflejaba el informante, sino un rostro femenino borroso que le dice en un tono arrogante y molesto ── ¿Lo contactaste ya? ──.

── Si mi señora, ya tiene la información que requería. El encargo no debería demorar más de 2 días──. Le contesta nervioso a la copa.

── Más vale que así sea. Este plan lleva trazado siglos, muchos más de los que tengo yo de existencia y no permitiré que un insecto imbécil como tú lo eche a perder──. Le dice aquella voz femenina y chillona.

── No se preocupe, todo está saliendo según el plan…
Por otro lado, ya llegando a Whitefall estaba Anazareth, para entonces la lluvia había cesado al igual que el tráfico de gente, eran casi las 3 de la mañana, la hora perfecta para que un ser ajeno comenzara sus movidas. A lo lejos se podía divisar un gran castillo color gris, desgastado y con 4 torres en él, estaba a solo unos 10 minutos de camino, así que se puso en camino. Mientras caminaba por la ajetreada cabeza de este no dejaba de resonar ese apellido “Keegan” y no sabía el por qué, solo sabía que no podía dejar de pensar en él, e inconscientemente dentro de nuestro elegante amigo estaba almacenada una gran ansiedad por ver al objetivo, no al ángel, sino al joven Duque huérfano.

Anazareth era elegante, vestía elegantemente, sobre su cabeza llevaba un distinguido sombrero de copa adornado por una pluma negra de cuervo el cual impedía que su largo y liso cabello se alborotara con el viento; su camisa era de cuello alto, hecha de seda y de un color verde oscuro, encima de ella llevaba un saco largo típico de Londres, cruzado y de botones grandes, impecablemente negro y hacía juego con su pantalón, zapatos y guantes de piel. Quien lo viera por la calle lo confundiría con un hombre de alto nivel en la política o quizás con un adinerado y algo excéntrico artista.

El distinguido demonio camina sin parar por las solitarias calles cuesta arriba hacia el castillo en el cual concretaría su encargo, tomar vivo o muerto al ángel rebelde que fue maldito por sus hermanos. Toda una leyenda en el inframundo. Luego de unos minutos Anazareth se encontraba frente al gran portón de acero desgastado el cual sin mucho esfuerzo abre y se dispone a caminar por la vereda que estaba en medio del muerto jardín, el cual conducía directamente a otra puerta, esta de madera, estaba bien cerrada por dentro, la única manera de abrirla era forzarla y este lo hace, no lo piensa mucho, de alguna manera, el estar caminando por aquel lugar, ver todo a detalle, comenzaba a despertar algo dentro de él, algo extraño, casi podría llamarse nostalgia. Pero tirando esos sentimientos de lado decide simplemente avanzar por las interminables escaleras.
Arriba, en tanto, en la cima de la torre central del castillo, en lo que parecía ser una especie de recamara bien amueblada, contaba con chimenea y varios sofás a simple vista cómodos y muy agradables a la vista. Frente a la chimenea y viendo fijamente el fuego que estaba vivo dentro de la chimenea, estaba un joven de aproximadamente unos 23 años de edad, observando el danzar de las llamas con sus grandes y expresivos ojos bicolor. Ahí dentro no había nadie más, solo él; hasta que repentinamente aparece en la esquina más oscura iluminándola, un ser incandescente, alto y que muy difícilmente podía distinguirse algún otro rasgo, apareció ahí sin más recargado en la pared cruzado de brazos.

── Sabes muy bien que ya es hora, me toca──. Le dijo el ser de luz a Keegan con una voz tan maliciosa como divina.

── ¡Ya lo sé!, ¡Maldita sea, ya lo sé!, ¡Solo dame un maldito momento para prepararme! Estúpido ángel, crees que es muy sencillo... ──. Le contestó cortante Keegan y con una notable rabia en su voz.

── Que melodramático, después de todo tú fuiste el que aceptó, no fuiste obligado a nada, y lo sabes. ── Le indica mientras parecía regocijarse por lo cercano del momento──. Pero bueno, es hora de dejar los dramas para los libros y es momento de vivir, mejor dicho, de que viva ──Dicho esto, el ángel sin más se apodera del cuerpo del chico violentamente, convirtiéndose en una estela de luz morada e introduciéndose por los ojos y boca del joven Keegan, al tener total control, sonríe, sonríe con un rostro robado, se abraza, siente el frío de la noche, le encantaba eso, lo adoraba, lo amaba. Se disponía a salir de la recamara cuando el sonido de unas palmas chocando lo estremece y lo obliga a voltear, para descubrir a un hombre alto y delgado, de vestimenta elegante y que se cargaba una sonrisa amplia que solamente era opacada por el brillo en sus ojos, un brillo demoniaco. Este se encontraba en la puerta de entrada de la recamara contemplando al recién encarnado ángel.
── Menudo espectáculo mí estimado, jamás en mis siglos de existencia habría creído vivir para ver a un ángel del “Señor” robarse un cuerpo──. Le dijo Anazareth sin dejar de aplaudir y sonreír.

── Así que tú eres aquel del que tanto estaban hablando allá arriba. Bien, es un honor conocer al perro del infierno, dime, ¿a qué se debe que soltaran tu correa?, ¿te has portado bien y mami serpiente te dejo salir al patio de recreo? ──. Le contesta entre risas y en un tono de burla.

── El honor es todo mío, de conocer al ángel desterrado──. Le responde Anazareth sin dejar de sonreír y en manera de burla se quita su sombrero y le hace una reverencia. ── Como dices, si, recientemente salí de la helada y horrible fosa, y vengo bien empapado de información sobre ti, eres la comidilla del lugar, ¿sabes? ──. El torturador demonio deja ver sus dos hileras de dientes blancos mientras su mirada pícara y lista no se aparta del ángel, lo estaba vigilando mientras discretamente comenzaba a caminar hacia el lado derecho de la recamara, cerca de la ventana.

── Corrígeme si me equivoco, pero ¿estás aquí porque eres una especie de admirador mío?, vamos, me abochornas──. Le contesta entre dientes sin dejar de seguirlo con la mirada.
── Si tengo suerte, si, estaría encantado de recibir algún autógrafo del ángel maldito, por qué no?, pero, la principal razón por la que hice un viaje tan largo hasta aquí, es otra, me temo Ylahiha──. Le dijo el travieso demonio mientras se quitaba lentamente su guante derecho y lo guardaba en su bolsa izquierda de la gabardina, de la cual discretamente tomaba algo.

── No me digas──. Replica el ángel Yhahiha mientras lleva su mano izquierda a su espalda y empuña su espada, pero no la desenfunda o la muestra, solo mantiene su brazo izquierdo medio oculto. ── ¿Y?, ¡¿Qué es?! ──. Grita mientras saca rápidamente su espada y con un movimiento demasiado rápido para que cualquier humano pudiese apreciarlo salta contra Anazareth.

──… ¡Esto! ──. Vocifera Anazareth mientras con su mano derecha herida y sangrante golpea un pequeño pergamino antiguo con escrituras en latín antiguo. Al momento de hacer esto una cegadora luz roja sale despedida de dicho papel y este se destruye. Todo se había vuelto rojizo por unos instantes y al disiparse dicha luz el ángel fue expulsado, se cree que al cielo. En su lugar había quedado un envase recién vertido, cansado y herido en el suelo.
Anazareth sintiendo ya un poco más de calma limpia su palma y vuelve a colocar para después aproximarse al inconsciente joven y le da la vuelta para contemplarlo mejor. Al momento que lo comenzó a estudiar más detenidamente se pudo dar cuenta de que le era demasiado familiar, el, el cuarto, todo. A él estaban llegando un sinfín de recuerdos que hacía mucho tiempo atrás él había dado por perdidos; su cabeza estaba siendo bombardeada violentamente con su vida humana, estaba matándole esa fuerte migraña, tomó sus cienes con sus palmas y no pudo evitar gemir de dolor por todo el rato que esta revelación duró. Cae de rodillas mordiéndose el labio inferior para tratar estúpidamente de desviar el dolor que estaba sintiendo a otro lado. Posteriormente se tumba en el suelo adoptando una posición fetal y gritando de dolor por aproximadamente 15 minutos.

Cuando el dolor parecía haber terminado, el demonio se levanta, con su mirada perdida apuntando al suelo, desconcertado, asustado, culpable. Gira su cabeza hacia donde se encontraba aún apagado y recostado el joven muchacho; lenta y torpemente se dirige hacia el para contemplarlo más de cerca. No podía con esto, su vida había vuelto a él y muy por el contrario de sentirse aliviado se sentía horrible, sentía que el infierno mismo estaba apoderándose de su recién renacido corazón y lágrimas sangrientas comienzan a bañar su rostro.

Ya que se pudo tranquilizar un poco, se agachó y cargo al Duque y procedió a recostarlo en uno de los sillones que estaban junto al fuego. Luego de dejarlo, camina un rato por la recámara y un instinto renacido lo lleva a uno de los libreros que se encontraban junto a la chimenea, toma un libro en específico y ahí encuentra una carta que él mismo había escrito para su esposa hace mucho tiempo, estaba tan delicado el papel que prefirió dejarlo, no tocarlo, simplemente arrancó la página que estaba justo atrás de la carta y delicadamente la dobló sobre esta para protegerla, al terminar la guardó en el bolsillo de adentro de su saco.
Bueno, aquí dejo la primer parte del primer capítulo de este proyecto mío, espero les agrade :)
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